El actor riojano convirtió algo tan sencillo como trepar por una escalera en un ejercicio imposible, enfundarse una chaqueta en un desternillante melodrama o quedar atrapado en una silla en una conducta irracional


 

Payaso, funambulista, actor dramático, comediante, acróbata, improvisador, contorsionista, inventor, pionero. Mil personajes en uno, mil caras en una.

El camaleónico y genial Pepe Viyuela no defraudó el sábado a los espectadores que abarrotaron el auditorio del Edificio Multiusos de Valdeluz en la representación de ‘Encerrona’, sin duda su montaje teatral más carismático que en esta gira cumple treinta años sobre los escenarios de nuestro país. Subir por una escalera nunca había sido tan complejo hasta que descubrimos al cariacontecido y angustiado personaje al que da vida el actor riojano. Que entre el público provocó por igual risas, nervios, miedos e incertidumbre. O convertir algo tan rutinario como enfundarse una chaqueta en un gracioso melodrama. O que tocar una guitarra de manera correcta fuese tan imaginativamente absurdo. O convertir en arte algo tan irracional como quedar atrapado dentro de una silla. ‘Encerrona’ es uno de los espectáculos más conocidos de su prolijo repertorio, en el que pone en escena diversas técnicas teatrales siempre al servicio del humor, del público y de la sonrisa.

‘Pepe Viyuela demostró en Valdeluz que el que tuvo, retuvo en la sublime interpretación con la que obsequió a un público que le demostró su fervor incondicional desde su salida al escenario’, valora Juan Antonio Perojo, concejal de Cultura. Que hace hincapié en ‘lo necesario’ que era disponer en este municipio de un ‘espacio escénico digno para atender como se merecen espectáculos de este calibre y actividades culturales de toda índole’. Durante casi dos horas y solo ante el peligro, el protagonista de ‘Encerrona’ provocó las hilarantes carcajadas de los espectadores. De niños y adultos. Con la única compañía de una serie de objetos cotidianos que le ayudaron a salir del paso. Y que le sirvieron de escudo protector ante una concurrencia que no le quitaba el ojo de encima y le hacía sudar. No estaba allí para actuar, pero se sintió obligado a hacerlo. Para gestionar la angustia jugó con esos utensilios, improvisó, sufrió y se divirtió. Con la dificultad que entrañaba no entender y desconocer cuál era la verdadera utilidad de esos artilugios. Y el resultado fue… ¡simplemente, maravilloso!

Como cualquier niño, se enfrenta por primera vez al aprendizaje. Para nosotros, todo lo que el actor maneja es cotidiano. Sin embargo, para él es un misterio insondable, una sorpresa detrás de otra. Pese a su miedo al ridículo y las sensaciones kafkianas, el entrañable personaje de Viyuela no se rinde. En el fondo, es una metáfora del día a día. No perder ante la rutina. La derrota no es una opción en esa lucha por salir del atolladero y recuperar el control. Los espectadores lo entendieron con las risas que, acaso, es la única forma de aprender. Una de las enseñanzas del montaje de ‘Encerrona’ es que a todos nos toca dar la cara alguna vez, mostrarnos ante el mundo, responder. Y aunque muchas veces representemos un papel, también nos toca ser nosotros mismos. Porque una cosa no quita la otra. Es la magia del payaso: entre lo certero y lo contradictorio encentran la verdad. Y el público lo supo ver así con la cerrada y larga ovación que dedicó a Pepe Viyuela al término de la función.

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